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LA CULTURA DE LOS SEMÁFOROS.




Por: Efraín Marino Jr.


Luces, cámara.... acción; o en este caso ¡ Verde, Amarillo....Rojo !


En este país, panacea del rebusque y diario vivir, donde la malicia indígena es endógena a todo colombiano, paraíso y vívidero, que aunque lleno de una guerra absurda y centenaria, todavía no conozco el primer muerto de hambre...


Es curioso cómo el colombiano se las ingenia unos para bien y otros para mal, para salir adelante y no dejarse por la crisis. El índice de desempleo es cada vez mas alto, los desplazados llenan las ciudades, en especial en Bogotá D.C., la capital, que muchos ven como el sueño americano, solo que en versión chibchombiana.


Aquí, en esta metrópolis, que antaño le llamaban la Atenas suramericana, confluyen miles de propios y extraños, buscando un porvenir diferente y mejorar sus condiciones de vida, es así como nacen muchas formas de sustento propio entre ellas...los semáforos.


En lo que dura el cambio de rojo a verde, es impresionante cómo aparecen ante los ojos del conductor y viajeros desprevenidos, una niña de escasos 7 u 8 años de edad que vuela literalmente, haciendo contorsiones por los aires, para luego ser recibida en brazos por su hermano, unos 6 o 7 años mayor que ella; o quizás malabaristas con pelotas o festones. En horas de la noche, puede observar también el hombre tragafuegos. Si está cerca de San Andresito, puede obtener en ese mismo semáforo, el último CD, DVD, VCD, mp3 que aun no ha salido al mercado, eso si, con el mejor sello de garantía del pirata Morgan. – “Tranquilo; si le sale malo, se lo cambiamos” – para tranquilidad del cliente.


Cual plaza de mercado, puede obtener frutas exóticas y verduras muy frescas; variedades de nueces, maníes, almendras, chocolates importados a precios muy económicos que no superan los $1000 pesos, por esto del sencillo y que no hay tiempo de dar vueltas, y para terminar el servicio de los semáforos es tan completo que también le ofrecen, mantenimiento y limpieza de parabrisas al estilo del mejor concesionario, todo esto con una precisión y rapidez, en un tiempo récord que no sobrepasa los 30 segundos mal contados y 50 segundos en otros donde hay varias vías de acceso.


Claro está, que metrópolis que se respete, también tiene otra forma de “rebusque”, que aprovechan esta economía informal de los semáforos, para hacer sus actos de prestidigitación y hacer desaparecer en un récord mucho menor del antes mencionado, aretes, cadenas, relojes, pulseras, retrovisores, antenas, llantas, celulares, bolsos y hasta los $1000 pesos en monedas que guardamos en la consola, para contribuir y sostener la frase que titula este artículo.

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