Por: Efraín Marino
@efrainmarinojr
Las murallas de Cartagena guardaban un secreto esa noche. El cielo, oscuro y amenazante, anunciaba la llegada de una tormenta implacable. Desde mi ventana en el segundo piso del Hotel, observaba cómo las olas del mar golpeaban con furia los muros centenarios, mientras mi corazón latía con la misma intensidad, presagiando una historia que cambiaría mi vida para siempre.
Era una noche de contrastes, donde la belleza de Cartagena se veía empañada por la fuerza de la naturaleza. La brisa marina traía consigo el olor a salitre y a tierra mojada, mientras los relámpagos iluminaban el cielo con destellos eléctricos, como si fueran destellos de vida en medio de la oscuridad.
Pero entre los destellos y los truenos, algo más se gestaba en las calles empedradas de la ciudad amurallada. Mientras la lluvia caía con fuerza, dos corazones se encontraban en un cruce de destinos.
Ella, una turista perdida bajo el diluvio, buscando refugio en las estrechas calles del casco antiguo. Él, un joven moreno, un local que conocía cada rincón de la ciudad, dispuesto a ofrecerle su paraguas y su compañía en medio de la tormenta.
Sus ojos se encontraron entre las gotas de lluvia, y en ese instante supe que el destino había conspirado en su favor. Sin mediar palabra, compartieron el abrigo del paraguas y se sumergieron en un baile improvisado bajo la lluvia. Sus risas se mezclaban con el sonido de los truenos, mientras el agua mojaba sus ropas y corazones.
Entre charlas y confidencias, descubrieron que eran dos almas perdidas buscando un refugio en medio de la tormenta. Sus ojos brillaban con la misma intensidad que los relámpagos en el cielo, y su sonrisa iluminaba la noche más oscura. En ese momento, supe que habían encontrado, algo más que un encuentro casual bajo la lluvia, habían encontrado el amor en medio de la tormenta.
Y así, entre risas y suspiros, una historia de amor se tejía entre las gotas de lluvia, como un romántico relato de época. No importaba la fuerza del viento ni la intensidad de la lluvia, porque juntos eran invencibles, capaces de desafiar cualquier adversidad que la naturaleza les pusiera en el camino. La chica manipulaba la entrepierna del esbelto afro, el cual correspondió a la invitación con un beso apasionado, mientras su mano derecha agarraba firme por detrás el tesoro debajo de la falda, no pude ver más, pues se subieron a un taxi que se detuvo para llevarlos a un destino pasional.
Así, mientras la tormenta rugía en el exterior, mi corazón latía muy fuerte, recordándome que el amor es más fuerte que cualquier tempestad y que bajo la lluvia también pueden florecer los más bellos romances… cerré la ventana y llamé a mi esposa; y le pregunté si le gustaría un beso bajo la lluvia.
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