Por Efraín Marino Rincón
@corprensacol
Soy un optimista empedernido, me gusta ver el vaso medio lleno, la hoja en blanco alrededor del punto negro, el sol brillante sobre las nubes grises, el lado bueno de las cosas malas, el oro que brilla en medio del fuego, las rosas a pesar de las espinas, las oportunidades en medio de las amenazas, las lecciones y enseñanzas de las dificultades.
Nadie estaba preparado para una pandemia, este virus mortal aparece en la escena de nuestras vidas y cambia lo cotidiano y rutinario, de un momento a otro lo que era “normal” pasa a ser prohibido; se prohíben los abrazos, los saludos, los besos y toda actividad social, se tapan las bocas y con ellas las sonrisas, las palabras ahora tienen barreras… las manos ya no “tocan”, ahora se lavan constantemente y el tacto es sintético con textura a latex.
Los abuelos son confinados a su casa, a su habitación, a su cama, a su soledad y sus recuerdos… cual reos sentenciados sufren su condena, su delito fue tener demasiados años… ahora las visitas son a través de una pantalla digital que tiene dos lados, uno que muestra lo que todos quieren ver y otro que esconde el dolor y la tristeza.
Los bares, restaurantes, discotecas, cines, peluquerías, gimnasios, parques, centros comerciales, universidades y hasta colegios cierran sus puertas y toda la diversión, entretenimiento y educación pasa a ser virtual, ahora se valora mucho más la conexión a internet, que el carro y los viajes; el celular, la televisión, el computador y el laptop pasan a ser la propiedad más preciada, pues son la ventana al mundo donde vemos con miedo “la película” de la vida real… miles mueren en otros países, en el nuestro, en mi ciudad, en mi barrio y poco a poco, la muerte se acerca a mi vida.
Ahora nos reunimos y nos recogemos en familia, tenemos actividades distintas todos los días para no aburrirnos, desempolvamos los viejos y olvidados libros que solo servían de decoración en una biblioteca para parecer inteligentes, retomamos los proyectos de actividades manuales y nos convertimos en expertos en reparaciones locativas, jugamos con nuestros hijos parqués, dominó, ajedrez, cartas y diferentes juegos de mesa y le contamos historias de cómo nos divertíamos antes, que era un trompo y como se hacía una cometa, ellos me explican la diferencia entre un hip hop , un rap y hasta un trap... y como por arte de magia empiezo a entender y diferenciar los “bits” pero lo mágico es que estoy bailando, hablando y riendo con mis hijos.
Mi esposa se anima y me invita a hacer ejercicio, negociamos hacer el aseo de la casa por una serie de abdominales, en un abrir y cerrar de ojos la sala de la casa se convierte en un salón de aeróbicos y terminamos el “cardio” bailando salsa.
Si, nuestra vida cambio y será para siempre, ahora valoramos los pequeños detalles, llamamos a nuestros seres queridos todos los días, nos preocupamos por los amigos y los vecinos, extrañamos sus chistes flojos y sus ocurrencias, nos sentimos incapaces ante la adversidad porque el enemigo invisible esta fuera y nosotros adentro, y es allí cuando la realidad toca nuestras fibras y esa nostalgia e impotencia hace que salga lo mejor de nosotros, de pronto vemos a alguien en su carro regalando dinero a los vendedores ambulantes, el gobierno libera recursos y millones de ayudas llegan a los más necesitados, algunas empresas continúan pagando su salario a los empleados aunque no vayan a trabajar, cientos de famosos donan dinero para la investigación y la cura del virus, y yo recuerdo las palabras de San Pedro al cojo en la puerta del templo de la hermosa “no tengo oro ni plata , pero de lo que tengo te doy”, y decido dar.
Sí; el *COVID 19* es una *CRISIS* que nunca olvidaremos, pero si Dios permite que salga de esta, *NO* quiero recordarlo como la pandemia que arrasó a la tierra, sino como la *OPORTUNIDAD* que tuve para jugar con mis hijos, volver a bailar con mi esposa, hablar con mi madre todos los días, ejercitarme y hacer tareas en casa, leer los libros olvidados, compartir lo que tengo, valorar y extrañar a mis amigos, familiares y seres queridos.
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