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LA SILLA INVERSA DEL C84


Por: Efraín Marino

@efrainmarinojr


Confieso, la siguiente crónica no recuerdo si fue real o fruto de mi imaginación; o de algún sueño consecuencia de una comida pesada, pues últimamente mis recuerdos divagan entre la realidad y la fantasía.


Todo comienza en Bogotá D.C.; en la estación subterránea del Museo Nacional, ubicada sobre la carrera decima, muy cerca del Hotel Tequendama, donde ocurrirían muchas historias que hoy no son nuestro objetivo.


Pasaban las diez de la noche de un viernes, a pesar de la hora, había mucha gente en la estación, sobre todo jóvenes universitarios, algunos enrumbados con sus audífonos y otros en manos del dios Baco y sus efectos.


Me encontraba esperando la ruta C84 con destino a la localidad de suba, la fila estaba larga, pero logré hacerme en la mitad, cuando llegó el transporte, me senté casi de último, los primeros se sentaron en los mejores lugares, digo esto pues para mi las primeras sillas son las mejores, aunque todas son iguales y me tocó una silla que a pocos le gusta, porque tiende a dar mareos al ver las cosas pasar al revés, era una silla invertida que daba de frente a medio bus y todos me miraban.


Decidí unirme al grupo de personas que viajan cerrando los ojos, saqué mis audífonos manos libres y escuché música en mi celular, estaba cansado y un buen son cubano, era lo que necesitaba en ese momento para poner mi mente en blanco, me dispuse a disfrutar la melodía de Buena Vista Social Club y su canción “Chan Chan” en mi cerebro sentí un leve olor a tabaco y ron cubano; y me deje llevar.


“De alto Cedro voy para Marcané, llego al Cueto y voy para Mayarí” decía Compay Segundo,… mi concierto fue interrumpido por una risa loca, joven, espontánea y perturbadora… una linda chica entraba al bus, se despedía de sus amigos entre gritos y risas… estaba en la parada de la Universidad Javeriana, a todas leguas eran compañeros de estudios, sus amigos bromistas le gritaron… “mucho ojo con ella que le gustan los viejitos”… ella soltó una carcajada y entró trastabillando pues se veía que estaba algo alicorada.


Un señor muy caballero, al verla en ese estado, le cedió su silla y se sentó al frente mío y pude detallarla totalmente, tenía un vestido negro ceñido al cuerpo con falda muy, pero muy corta, una botas marrón oscuro hasta las rodillas y un gabán café que combinaba con sus botas, tenía los labios y el borde de sus ojos pintados de negro, su cabello corto azabache brillante y una mochila color beige.


Fui inevitable que mirara sus piernas blancas y tonificadas, sobre todo cuando en un descuido se abrió su desabotonado gabán y pude apreciar su figura, la falda corta del vestido se habia subido mucho y dejaba ver sus bragas de encajes negros, era fácil verlas debido al contraste con su blanca piel, ella tenía los ojos cerrados y los míos abiertos de par en par.


A esta altura del espectáculo, el concierto de Buena Vista, seguía sonando en mi oído, pero mi atención ya no estaba en Compay Segundo, sino en la “Juanica” que tenía en frente.


“El cariño que te tengo, yo no lo puedo negar, se me sale la babita y no lo puedo evitar” decía la letra de la canción, tragué saliva y me di cuenta que además de los ojos, yo también tenía la boca abierta.


En un movimiento brusco del automotor, ella se despertó, me sorprendió infraganti, me vio de frente y en vez de molestarse, se sonrió, pero giró su cabeza hacia la ventana, y cruzó las piernas una encima de la otra, terminando la función de lencería.


Me sentí algo incómodo, y hasta molesto conmigo mismo, me pregunté porque tenía que ponerme como un tonto al ver la ropa interior de una linda chica, la verdad en los comerciales de televisión se ve mucho más, o basta con abrir internet y sin buscarlo te bombardean con videos y fotos de chicas en vestidos de baño, ropa íntima y hasta sin nada de ropa… me pareció una estupidez, perderme el concierto de Compay Segundo por estar concentrado en una chica que no conozco y que seguro nunca iba a conocer, volví a cerrar mis ojos para seguir escuchando a Buena Vista Social Club… ahora sonaba “El Carretero”…


El parlante, anunció la siguiente parada, "21 Angeles" , debía bajarme allí para hacer un transbordo, me enderecé abrí los ojos y mi amiga me miraba fijamente como retándome, me preparé para salir y al pasar al lado de ella le dije en tono suave, impostando la voz grave y varonil: “Gracias por la compañía” y salí.


No aguante las ganas de voltear y verla por última vez, y al cerrarse las puertas de cristal vi como levantaba su mano con el puño cerrado y el dedo del medio levantado, creo que se estaba despidiendo.


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