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LIMONES PARA HACER LIMONADA


Por: @efrainmarinojr



“Si del cielo te caen limones, aprende a hacer limonada” cantaba el reciclador, mientras se alejaba, empujando su carreta llena de cartones y muchas experiencias de vida, de las cuales pude escuchar algunas tomándonos el “cunchito” del Bacardi Añejo, mientras nos resguardábamos de la lluvia, bajo el paradero del bus.



Los pongo en contexto, luego de este flashback en el lead de esta crónica; era la década del nuevo milenio, el año dos mil se abrían paso con todo su furor y especulaciones, la era de acuario, Y2K, el fin del mundo, etcétera.



Trabajaba en la Zona Rosa de la ciudad de Bogotá, era el encargado de las relaciones públicas de una de la mejores discotecas de la zona, además diseñaba las estrategias de marketing para fidelizar clientes, organizaba los eventos, manejaba la página web y redes sociales y creaba las piezas gráficas para la publicidad del sitio, no ganaba mucho dinero, pero aprendía cada día y me gustaba lo que hacía, tenía cierto radio de acción para moverme y algo de autoridad y reconocimiento que me hacían sentirme bien, prácticamente las audiciones de los nuevos artistas pasaban bajo mi supervisión y pude conocer de primera mano a varios famosos en sus inicios.



Una de esas noches de bohemia, unos empresarios me invitaron un ron “Bacardi Añejo”, siempre he tenido debilidad por el ron cubano, añejado en barrica y la conversación fluyó hasta las tres de la mañana, al despedirse me dejaron algo mas de un cuarto de ron en la botella, la cual guardé para llevármela a casa.



Salí casi a las 4:30 de la madrugada, estaba lloviznando y paré varios taxis, con destino a mi casa con tan mala suerte que recibí en dos ocasiones la frase “para allá no voy” y un tercero me dijo “lo llevo por 40 mil”, me pareció un abuso y le menté la madre mentalmente, pues a esas alturas no quería discutir y menos cuando la lluvia empezó a caer más fuerte.



Vi que eran ya las cinco de la mañana y recordé que a media cuadra pasaba un bus que me dejaba en la esquina de mi casa y caminé hacia el paradero de la Carrera 15 frente al Carulla de la Calle 85; a esta hora estaba solo, pero me tranquilizó ver una patrulla de policía parqueada en la esquina.



La lluvia apretó y un reciclador con su carreta se acercó al paradero para resguardarse del agua, tenía como tres chaquetas encima y un gorro pasa montaña, le faltaba un diente, pero sonreía mientras decía “permiso patrón y lo acompañó un ratito, mientras San Pedro le echa agua a las máticas”, parqueó muy bien la carrera y se sentó a mi lado como a un metro de distancia.



“Estaba buena la rumba”, me pregunto haciendo un puchero con los labios, señalando la botella que tenía en el bolsillo de mi chaqueta; no soy de los que suelen hablar con desconocidos y menos con su apariencia, pero quizás el efecto del licor, me hizo apreciar “el placer de hablar con un extraño” como dice Malcom Gladweel.



“Estuvo buena, lástima la lluvia”, le respondí.

-“Uy, no diga eso patrón que el agüita es bendita, si usted supiera cuanto se agradece en el campo que llueva, sobre todo en este tiempo de verano;… me regala un “chorro” para el frío?, me dijo volviendo a señalar la botella.



No se porqué pero me inspiró confianza, los policías seguían en la esquina, así que saqué la botella, dos copitas de plástico y le brinde un trago. – Salud le dije, por el agüita que es bendita.


El tomó la copita con el índice y el pulgar; y levantó el meñique con una elegancia, de catador y dijo… “ahhhh que buen Bacardi, el ron cubano es de lo mejor” y esa fue la puerta para hablar de maestros roneros y de las diferencias de un buen ron y un escocés .

Pedro era su nombre, sus padres habían tenido tierras y ganado en los llanos, de niño aprendió los oficios del campo, luego de joven estudió música en Cuba, y allí aprendió el arte de los maestros roneros, trabajó como barman en los mejores hoteles y clubes, desafortunadamente el alcohol y las drogas le ganaron la partida y terminó en el abismo de la adicción, perdió todo su capital y ahora reciclaba cartón y lo que fuera para poder sobrevivir.



Me contó que nunca tuvo una oportunidad para mostrar su talento, tocaba varios instrumentos, cantaba, leía partituras, pero en Colombia sólo sonaban los que tenían plata para pagar “payola” (impuesto anti ético y amoral que cobran algunos medios de comunicación para poner a sonar la música de los artistas), y comenzó a llorar recordando que había cantado en miles de bares y clubes y le pagaban con comida y trago.



Nos alcanzó para dos tragos más, mientras el cantaba… “No se puede corregir a la naturaleza, Palo que nace doblado, jamás su tronco endereza. Hay que tener compasión, basta ya de moraleja, el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra”… canción titulada “El gran varón”, compuesta por el maestro Omar Alfano y que inmortalizara Willy Colón en el año 1989, en el álbum Top Secret, bajo el sello de Fania Récords.



Su voz era afinada, algo gastada y mal cuidada por los años, pero muy sentida; se despidió chocando las manos con un puño; - ya escampo camarita, gracias por el trago, cuídese mucho y ore por pedrito y no se olvide de hacer limonada… y se marchó arrastrando su carreta, cantando como si nada importara en el mundo.



Sin darme cuenta, había pasado casi una hora, los policías ya no estaban, en la esquina, ya no llovía, y el bus venía desocupado, lento como haciendo tiempo para que la gente llegara; Pedro se había quedado con la botella vacía, pero me había dejado, con la cabeza llena, me senté frente a la ventanilla, para ver si lo veía, pero no volvió a aparecer, seguía meditando, que habría sido de él, si alguien le hubiese dado una oportunidad, si cuando era joven, alguna emisora lo hubiese apoyado, quizás su vida sería otra, tal vez no habría caído en las drogas y el alcoholismo, o quizás sería un cantante famoso, en fin… muchas cosas podrían haber pasado si la historia fuese diferente.



A estas alturas ya estaba llegando a mi casa, el bus se llenó al llegar a la calle 100 y aceleró su marcha, pensé para mi, cuantos jóvenes estaban en la misma situación, buscando una oportunidad; con talento, con canciones inéditas, con sus sueños puestos en un CD, que cargaban bajo el brazo, y al tocar las puertas de los medios de comunicación, las encontraban cerradas, pues no tenían dinero para pagar una “payola”.



Al llegar a mi casa, quise dormir un poco, pero el estribillo de la canción, me daba vueltas en la cabeza… “Si del cielo te caen limones, ¡… oré a Dios por Pedro y por todos los músicos que estaban en esa situación, me pareció triste que no tuvieran una oportunidad, y le pedí al señor que me mandara limones del cielo y me enseñará a hacer limonada.



Me desperté al medio día, una llamada de un amigo de Barranquilla, me levantó, me decía que acababan de llegar a Bogotá dos cantantes muy buenos y que le diera la oportunidad de hacer una audición en mi discoteca, (el pensaba que yo era el dueño), los contacté y fueron un éxito rotundo, no sólo cantaron donde trabajaba, sino que los lleve a cantar a otros sitios que conocía, y empecé a promover artistas, desde ese día no han parado las llamadas y mensajes de jóvenes talentos de todos los géneros buscando ser escuchados… literalmente caían del cielo cientos de cantantes y entendí que eran mis limones y que debía aprender a hacer limonada.



Así nació el portal web www.bogotanocturna.com para visibilizarlos, luego se creó una emisora para que sonara sus canciones, sin necesidad de pagar “payola”, luego una revista impresa con el mismo nombre, seguimos con un canal de televisión digital, unos premios y alfombra roja para nuevos talentos, concurso de karaoke y de canciones inéditas y ahora con un Directorio, especializado en la promoción de artistas emergentes…



Estamos haciendo limonada y muchos nuevos talentos han salido adelante… todo nació debajo de un paradero de un bus, hablando con Pedro hace casi 20 años, aún espero volverlo a ver, he preguntado por él a otros recicladores y me dijeron que se había ido para el llano… “pues lo estaban buscando para matarlo unos jibaros que les debía una merca”…



Todavía recuerdo esa noche, como si fuera ayer, las calles estaban mojadas y las luces de los faros de los autos se reflejaba en el piso, hacia frío pero el calor del Bacardi Añejo en mi boca lo hacía soportable, y la voz ronca de Pedro cantando… “No te quejes, Andrés, no te quejes por nada

Si del cielo te caen limones, aprende a hacer limonada”


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